Esta vez me encontré con Raúl en la Biblioteca. Estaba charlando amigablemente con un señor de camisa azul que siempre está en la puerta. Estaban, como quien dice, chismorreando y cotilleando. Raúl con cara de sorpresa se dirigió a mi.
—Amigo, perdona que te moleste, pero este señor me dice que el Pepé se divorcia, ¡qué hay una escisión interna!
— Sí, ya lo sé ¿y qué problema hay?
El señor de la camisa azul replicó en tono de súplica — ¡les puede costar las elecciones!
— Qué va, si son cinco o seis, nada más. Consideran que el Pepé no defiende sus ideas. Creen que no tienen hueco y van a buscarlo fuera, y como no caben en el resto de partidos, a lo mejor, hasta crean uno nuevo. No es problemático, todo lo contrario, es democracia en estado puro. Prefiero a estos disidentes que a los de la lista del Pesoé que han mirado para otro lado durante todos estos años levantado la mano abierta, bien alta y alzada, para legitimar con su voto Ordenanzas y decisiones injustas. ¿Quiénes son peores? ¿los disidentes o los que con su indiferencia y su mano abierta y alzada, han sido francamente Francos durante todos estos años?
Raúl terció—Este señor me estaba preguntando si tus amigos también van a poner floreros en las fotos, si han discutido y si van a llegar a las manos como hicieron ellos.
— Nada; ¿qué había de pasar? ¡Lo civilizado! Se han divorciado de mutuo acuerdo.
— ¿Pero con tanta facilidad?
— Os cuento lo que pasó. Fue muy fácil. Llegamos a la Notaría; el oficial, estaba en su despacho, entré, le comenté el asunto; comparecieron ellos, dijeron que querían divorciarse; tiró el tío de papel y lápiz, firmaron, firmamos nosotros como testigos, y…. ¡descasaos!
Raúl y el señor de la camisa azul empezaron a dar saltos de júbilo — ¡Ole y ole! ¡Viva la civilización!
Una vez contenido el ánimo, Raúl preguntó:
— ¿Y la separación? ¿Cómo ha ido?
— Muy bien, de mutuo acuerdo. Todo lo que había era de los dos. Eso les dijeron en la Notaría.
— Gananciales—afirmó Raúl.
— Eso. Se dijeron… aquí hay que partir lo que hay, la mitad para cada uno, y ya está.
— Pero de las cosas que no hay más que una, ¿cómo las partieron?
— Se les ocurrió una cosa muy inteligente
Raúl estaba asombrado—Amigo, siendo ideas de ustedes, sea lo que sea, seguro que fue acertado. Cuéntenos, cuéntenos.
— Llegaron al siguiente acuerdo, se repartieron todo lo que había en la sede, lo que era femenino, para los disidentes, y lo que era masculino, para los del Pepé
No me lo puedo creer. Raúl miró a su amigo y le dijo con admiración —Superior
Continúe—Por poner un ejemplo, las sillas y las mesas, que son femeninas, para los disidentes. Para ellos las tazas, para los del Pepé los platos, para ellos las cucharas y para los del Pepé, los tenedores, para los disidentes las ruedas de prensa, para los del Pepé el boca a boca, los disidentes se quedaron con las promesas y el Pepé con las realidades…
— Oye que las realidades es femenino
— ¿Femenino los hechos? ¿Desde cuándo?
— ¿Y la sede para quién?
— Para los del Pepé
— Pero si la sede es femenino
— ¿Femenino el centro de reuniones? Es masculino y fue para los del Pepé. Los del Pepé se quedaron con los tolerantes, los objetivos, los ecuánimes, los trabajadores, los simpatizantes, los manzagatos y manzagatas, los afiliados y afiliadas; los disidentes con la visión a corto plazo y los del Pepé con la visión a largo plazo.
— ¿no es femenino?
— No, porque la visión a largo plazo es el futuro, que es masculino.
— ¿Y no tuvisteis ningún problema?
— Bueno, el único punto de desencuentro fue que los disidentes querían presentarse a las elecciones, que era femenino, y el Pepé no tuvo otra que ceder por lo que realmente quería.
— ¿Qué quería?
— El futuro, los proyectos y el bien del pueblo que es masculino.
* Memoria histórica. Diálogo adaptado de la obra de teatro Anacleto se divorcia escrita en 1932 por Pedro Muñoz Seca. Autor fusilado en Paracuellos del Jarama
Como siempre muy intuitivo y ajustándose a la realidad de Manzanares. Un maestro.
ResponderEliminarMe abruman sus palabras estimado amigo, muchas gracias por visitar este rincón.
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